Hace tres años, guiados por la providencia divina, nuestra familia regresó a Nicaragua después de una experiencia de pasantía en Ecuador. Este retorno se produjo en medio de la pandemia y con la expectativa del nacimiento de nuestro primer hijo, lo cual generó cierta incertidumbre hacia el futuro. Sin embargo, en esos momentos de incertidumbre, Dios reveló su perfecto plan.
En mayo de 2020, experimentamos la pérdida de un querido amigo y pastor, víctima del COVID-19. Esta tristeza no solo marcó nuestras vidas, sino que también dejó una iglesia sin líder pastoral. Fue entonces cuando el Señor abrió nuestros ojos y corazones para asumir el desafío de la replantación de esta congregación en las afueras de Managua, la capital de Nicaragua.
Junto a nosotros, se unieron David Soto y Ariel Palma, dos hombres comprometidos con el Señor con quienes ya compartíamos un camino de discipulado desde antes de nuestra pasantía en Ecuador. Este fue el momento propicio para unirnos, orar y ser enviados por nuestra iglesia para servir como un equipo pastoral. Este enfoque de liderazgo colegiado representaba un cambio significativo en la cultura evangélica nicaragüense, donde el modelo tradicional de un solo pastor prevalece. A pesar de los desafíos culturales, confiamos en que la pluralidad de ancianos en la iglesia es un reflejo bíblico.
Al llegar, nos encontramos con apenas ocho personas asistiendo a la iglesia. Inmediatamente trazamos un plan estratégico para cumplir eficazmente con la tarea del evangelio. Iniciamos estudios bíblicos en hogares y salimos a las calles para invitar a los vecinos. Durante los primeros cinco meses, nos sumergimos en un estudio detallado sobre qué es el evangelio. Sin darnos cuenta, el lugar de reunión inicial se volvía insuficiente, y tuvimos que cambiar de ubicación dos veces. Finalmente, el Señor, en su misericordia, nos proporcionó un terreno para la iglesia y los fondos necesarios para la construcción de un auditorio.
En estos tres años, hemos sido testigos de cómo el Señor ha añadido a su iglesia a hermanos y hermanas fieles. Nuestra congregación, que valora profundamente las Escrituras, ha experimentado un crecimiento notable. Actualmente, nos reunimos alrededor de 50 personas cada semana, siendo una iglesia que ama la comunión y la Palabra de Dios.
En este tiempo, el Señor sigue trayendo nuevas familias, y con alegría, hemos iniciado la formación de diáconos. Nos regocijamos en ser parte de la obra de Dios y nos esforzamos por mantenernos como una iglesia que crece y se multiplica. Como parte de este impulso, el Señor nos está permitiendo desarrollar pasantías ministeriales con hombres y mujeres comprometidos con el evangelio y con el deseo de servir a su Señor con sus vidas.
En resumen, estos tres años han sido un testimonio palpable de la gracia y fidelidad de Dios. Miramos hacia el futuro con expectación, confiando en que la obra de replantación que comenzó seguirá impactando vidas y expandiendo el reino de Dios en Nicaragua. ¡A Él sea la gloria!